Mi cita con ellas. DÍA 2.

El sol se asomó temprano en Palmar Norte ofreciendo la promesa de regalar un día luminoso y de gran encanto. Y así como prometió, así cumplió cabalmente a lo largo de todo ese 9 de agosto del 2019.

Me levanté rapidito y desayuné lo mejor que pude sabiendo que en este día tendría mi encuentro con ellas: las esferas de piedra. 

Además, sabía que esta jornada me depararía muchos recuerdos que llegarían sin pedirlos, pues siendo un muchacho de veintitantos años había vivido en esa zona, allá por 1979 y 1980.

Esferas en Finca 6.

Sin embargo, debo decir que en realidad mi cita con las esferas había comenzado desde la tarde anterior cuando al llegar a Palmar Norte me encontré unas cabinas justo a la entrada de esa comunidad. Decidí hospedarme allí ponderando que el lugar era agradable y el precio conveniente. 

Pues bien, resultó que el dueño del negocio, picado por la curiosidad de verme llegar en bicicleta con alforjas y todo, me preguntó por el viaje. Le conté mi propósito de visitar diversas esferas. Entonces, de iniciativa propia se ofreció a llevarme en carro esa misma tarde a El Silencio donde, según me dijo, yacía la esfera más grande hallada hasta el momento en Costa Rica y, con certeza, la más grande del mundo. Obvio que acepté tan gentil ofrecimiento.

Fuimos, y en el lugar supe que se trataba de una esfera que mide 2,66 metros de diámetro y pesa 26 toneladas. Lamentablemente está muy deteriorada debido a que durante mucho tiempo sufrió sobrecalentamientos, pues el terreno donde se encontraba era quemado con fines agrícolas. Además, padeció algunos actos de vandalismo. Ahora se hacen esfuerzos para preservar esta gigante de las esferas y hasta la protegen del sol y de la lluvia en una caseta.



Volviendo a la mañana del 9 de agosto, terminé mi desayuno y me alisté para partir hacia el parque de Palmar Norte, donde posan algunas esferas muy bien conservadas. 

Esferas en el parque de Palmar Norte.

Poco antes de salir hacia Palmar Sur, pasé por el Colegio Técnico de Palmar Norte con el fin de visitar a Las Gemelas; que así llaman a dos mamulonas que pasan sus días en ese centro educativo. En 1980 las habían subido a un camión para transportarlas lejos de Palmar Norte. Entonces, un grupo de estudiantes decidió bloquear la carretera a fin de impedir el traslado. En consecuencia, Las Gemelas se quedaron en la zona como muestra de que a veces es necesario golpear la mesa para conseguir lo que se quiere.



Sin embargo, este hecho valiente de los estudiantes de 1980 está a años luz del de otro estudiante -quizá de la generación Nintendo o posterior- quien ha dejado su nombre escrito en una de Las Gemelas.


Visitadas estas hermanas de piedra crucé el largo puente de acero que divide Palmar Norte de Palmar Sur que tiene un parque que se llama precisamente de las Esferas, donde se recuerda entre verdores y sombras la herencia cultural indígena recibida.



Cerca del parque de Las Esferas existe esta casa, propia del estilo de la Compañía Bananera, con una esfera de piedra y mucha naturaleza. Todo un emblema del lugar.

Dejo el parque y decido avanzar hacia Finca 6 donde quería encontrarme con más esferas. 

No obstante, al pasar al lado del aeropuerto de Palmar Sur me detengo brevemente para recordar al indio Venancio cuya historia se narra en el libro El Lejano Diquís.

Venancio fue un indígena que vivió en un terreno muy cercano a lo que ahora es el final de la pista de aterrizaje de este aeropuerto. (Vea la foto de abajo).

Este es el final de la pista de aterrizaje de Palmar Sur. Por aquí tenía el indio Venancio su terreno y su árbol.

Allí tenía el indio Venancio su rancho, sus gallinas y animales. También tenía un gran árbol que, según dicen, Venancio amaba y cuidaba.

Pero cuando los ingenieros gringos de la Standard Fruit Company construyeron el aeropuerto en Palmar Sur, resultó que el árbol era un peligro para los aviones que despegaban, pues los pilotos tenían que "capearse" el árbol al final de la pista.

Entonces los gringos fueron a hablar  con Venancio para que cortara el palo, pero el indio les respondió que eso jamás. Él amaba ese árbol.

Ante tal negativa le ofrecieron muchos dólares que tampoco quiso aceptar el tozudo indio Venancio. Decía que solo cuando él muriera podían cortar a su consentido.

Con el tiempo se corrió una leyenda urbana que afirmaba que los gringos mandaron en varias ocasiones a cortar el árbol aunque fuera de noche. Pero los cortadores no podían. Chispas saltaban de las hachas y el árbol como si nada. De pronto, como un fantasma, aparecía el indio Venancio y los espantaba. Y es que -según decían- este indio era un gran brujo.

Cuenta la historia que Venancio murió sin aceptar los dólares. Entonces fue que pudieron derribar el árbol...

¿Será?


Dejo Palmar Sur y pedaleo sin mucha dificultad hasta llegar a Finca 4. El terreno es plano y hay un buen camino pavimentado. En un rincón de Finca 4 me encuentro un muy triste "monumento" a la codicia y a la estupidez humana.

En 1930 conforme la Standard Fruit Company iba desmantelando toda la selva que había en aquel tiempo por aquí, aparecían por todas partes las misteriosas esferas de piedra.

Entonces, alguien tuvo la ocurrencia de que a lo mejor los indígenas de antaño habían ocultado oro en el centro de las esferas. Eso significaba que las esferas eran algo así como una caja fuerte. La ocurrencia se basaba en el hecho de que efectivamente en la zona hubo muchos huaqueros que hallaron valiosísimas piezas y figuras de oro en las sepulturas indígenas.

Así las cosas, la única manera de saber si había oro en el centro de las esferas era explotándolas con cartuchos de dinamita.  

Esto dio inicio a la destrucción de muchas esferas. La de Finca 4 es una de las que quedaron desquebrajadas, rendidas y mutiladas para siempre.

Dichosamente nunca se halló ni un solo gramo de oro dentro de las esferas. De haberse encontrado aunque fuera una untadita no quedaría ni una sola de estas "bolas".




Me pregunto quién es el salvaje:
El indígena que creó esta esfera, o el blanco que la dinamitó.

Salgo de Finca 4 y retomo uno de los principales objetivos de este viaje que era llegar a Finca 6, en Palmar Sur. 


En Finca 6, el Museo Nacional ha tomado la iniciativa de preservar varias esferas que yacen ocultas bajo una gruesa capa de sedimento. También los arqueólogos y personal del museo han ido colocando una serie de esferas a modo de colección. El resultado es impresionante. 

Si usted desea hacer un viaje similar, ojalá en bicicleta, le recomiendo visitar el museo en Finca 6. Hay mucho que ver y aprender en ese santuario.







Karla de las esferas.

Recorriendo estos terrenos plagados de belleza y de significado histórico me surgió la siguiente duda:
Resulta que algunas esferas que están semi enterradas tienen actualmente una alineación con la salida del sol durante el mes de abril. 

Las dos fotos de abajo dan alguna cuenta de ello.



De estar calibradas originalmente estas esferas para indicar la salida del sol durante el mes de abril, no estarían marcando los solsticios ni los equinoccios que hasta donde entiendo eran muy importantes para las antiguas sociedades agrícolas, entre ellas las indígenas.

  • El solsticio de invierno ocurre en el punto Capricornio, el 22 de diciembre. 
  • El equinoccio de primavera sucede en el punto Aries, en torno al 21-22 de marzo.
  • Luego, el solsticio de verano, en el punto Cáncer, el 21 de junio.
  • Y el equinoccio de otoño, en el punto Libra, en torno al 22-23 de septiembre.

Muy probablemente, las esferas originalmente estaban calibradas para señalar el equinoccio entre el 21-22 de marzo, pero fueron movidas (al menos una de ellas) por las muchas inundaciones que ha sufrido la zona o por la mano del hombre.

En fin, esto es solo una suposición mía que estuve considerando durante buena parte de esa mañana en la que me dediqué a recorrer a placer este mágico lugar. 

Luego del medio día avancé hacia Sierpe, mi destino final de esta jornada.

Al llegar le mostré a Karla la gran esfera de piedra en el parque del lugar.



La esfera del parque de Sierpe

Al día siguiente inicié con Karla el regreso hacia Palmar Norte.

Durante el retorno me dediqué a observar el estado actual de algunos edificios y comisariatos que, en mi criterio, deberían ser restaurados y preservados como patrimonio cultural, pues su significado histórico no es nada despreciable.

Caserones de madera como el taller y la casa de máquinas en Palmar Sur y en otras fincas, se caen a pedazos porque por aquí ya no se ocupan las plantas de energía eléctrica movidas con diesel, ni la reparación de los tractores o chapulines de la Compañía Bananera.

Y lo mismo ocurre con muchos comisariatos que están prácticamente abandonados. 




Estos comisariatos eran como pulperías grandes donde la gente de las fincas compraba -con fichas que eran una especie de moneda local- desde el arroz y los frijoles, hasta medicinas para curarse una gripe, pilas para el foco, galletas, mecates y el infaltable guarito de caña.

De eso, poco queda ya. Solo sobrevive el recuerdo de cómo han cambiado estos lugares. Hace 40 años los bananales dominaban el paisaje; ahora es la palma africana. 


El paisaje del bananal dio espacio al de la palma africana.

Sigo dándole a los pedales y poco más adelante escucho un ruidito en la llanta trasera: tic, tic, tic, tic. 

- ¿Ah, caramba, qué será ese ruido? 

Me detengo y observo que un radio del aro se quebró. Esta es la primera avería que se me presenta desde que ando con Karla, con quien he recorrido hasta el momento más de 700 kilómetros.

Un radio o rayo quebrado no es una tragedia, pero no puedo seguir hasta encontrar una solución. Abro mis alforjas y descubro que en mis herramientas no llevo nada que me permita reparar este problema.

¡Putis! ¡Dichosamente, el percance sucedió justo delante de una pulpería que funciona en lo que antes fue un comisariato! Fui y pregunté si de casualidad tenían cinta adhesiva, "tape" o "masking". 
¡Guau, tenían "tape"! Una porquería china, pero al mal tiempo buena cara. Con un poco de esa cinta adhesiva fijé el radio de la rueda y continué mi viaje.

Contento llegué a Palmar Norte pensando que mi ángel de la guarda es el mejor.

Esta carrucha de "tape" me salvó de quedarme botado en lo que fueran los antiguos bananales de Palmar Sur. 



¿LE GUSTARÍA VISITAR LAS ESFERAS, PERO EN BICICLETA? 

Si usted desea hacer un viaje similar le dejo aquí un breve resumen de la ruta seguida.

Etapas:
  • Etapa 1: Buenos Aires a Palmar Norte, pasando por El Brujo, Rey Curré, Paso Real y Cajón.
  • Etapa 2: Palmar Norte a Sierpe, pasando por Palmar Sur, Finca 4, Finca 6.
  • Etapa 3: Sierpe a Palmar Norte.
  • Al día siguiente, regreso en bus desde Palmar Norte a San José. 
Distancia total: 113 kilómetros, muchos de los cuales transcurren cuesta abajo o en superficies planas. Aunque 113 kilómetros suenan a mucho, en realidad se hacen sin gran dificultad si se dividen en tres jornadas.

Recomendaciones. 
  • Llevar protección solar, frutas y agua. 
  • No olvidar repuestos para la bici. Tal vez un rollo de cinta adhesiva (mejor si es el que llaman "tape americano" que es una cinta ancha, color gris).
  • Un infaltable inflador.
  • Al menos un neumático de repuesto.
  • Y llevar sobre todo ganas de pasarla bien y de vivir aventuras en bicicleta.



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Mi cita con ellas. DÍA 1.

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