Memorias de viajes en bicicleta y otros camotes de un periodista luego de su jubilación.
Mi cita con ellas. DÍA 1.
Al principio existían ellas.
Estaban ellas ahí como signo de poder de los caciques o quizá como calendario astronómico.
Cuando los asaltantes españoles invadieron estas tierras, en el siglo XVI, ni se enteraron de ellas.
Y fue así que durante varios siglos, ellas quedaron en un profundo sueño cobijadas por las selvas del valle del Diquís, en la zona sur de nuestro país.
Luego, en el siglo XX, por ahí de 1939, vinieron otros asaltantes invasores.
Eran los rubios de la United Fruit Company que desmantelaron aquellas selvas siguiendo la creencia de esos años de que las tierras vírgenes cubiertas de tan verde piel no servían para nada y que había que hacerlas más "rentables" (sobre todo para ellos).
En consecuencia, los extranjeros se dedicaron -con el beneplácito de nuestros gobernantes- a botar los enormes árboles, a asfixiar y secar los riachuelos, a exterminar el hábitat de los animales y a convertir aquellas densas selvas en monótonos monocultivos de banano para transformar nuestro país en una "próspera Banana Republic".
Entonces ellas despertaron de su sueño de siglos y aparecieron conforme destruían la selva, quizá para entregarnos un mensaje de poder y recordarnos que no deberíamos ser tan siervos menguados.
Ellas son las esferas de piedra de Costa Rica. Sin duda, las más extrañas e impresionantes esferas de piedra del mundo.
Karla frente al museo indígena en Rey Curré.
Muchos discuten quiénes las esculpieron.
La arqueología muestra que fueron los antiguos indígenas que vivieron y dominaron en estas tierras antes de los españoles.
Otros argumentan que tienen un origen natural y geológico no explicado aún.
Y otros más están convencidos -sin prueba alguna- de que ellas están aquí por artificio de los extraterrestres, igual que las pirámides egipcias, mayas y aztecas.
Yo me atengo a la que me parece la explicación más razonable: Las esferas de piedra fueron labradas golpe a golpe y pulidas pacientemente por esmerados escultores indígenas, que en toda regla demostraron ser geniales ingenieros y diestros artistas en sus trabajos en piedra, oro y arcilla.
Por eso, en memoria de las esferas de piedra y de las personas indígenas que les dieron forma quise rendirles un pequeño homenaje mediante una visita en bicicleta a la zona sur.
Karla comparando su tamaño con una de las dos esferas gemelas que reposan en el Colegio Agropecuario de Palmar Norte.
Mi plan era comenzar en Buenos Aires de Puntarenas, pasar por Rey Curré y llegar a Palmar Norte para trasladarme al día siguiente a Finca 6, en Palmar Sur, y luego a Sierpe.
En consecuencia, mi cita al encuentro con las esferas de piedra inició así.
El 7 de agosto del 2019 tomé en San José un bus hacia Buenos Aires de Puntarenas.
A la mañana del día siguiente, temprano, visité el parque de esa comunidad porque al lado del quiosco reposa una pulida esfera de color café.
Cumplido ese primer propósito me dirigí con Karla, mi bicicleta plegable, a la salida de Buenos Aires buscando alcanzar la Interamericana Sur.
Karla saliendo de Buenos Aires con rumbo hacia Rey Curré.
Conforme mi bici y yo salíamos de Buenos Aires nos dedicamos a contemplar las llanuras.
Vimos a lo lejos cómo las nubes cubrían prácticamente toda la cordillera de Talamanca que apenas se delinea al fondo en la foto de arriba.
Le dije a Karla que antiguamente los indígenas cruzaban aquellas imponentes montañas para viajar a lo que ahora llamamos Limón y el Caribe costarricense. Aún hoy algunos baqueanos indígenas se atreven a hacer ese largo recorrido por oscuros laberintos de montaña prácticamente desconocidos por nosotros.
Luego paré brevemente con el fin de repasar el trayecto programado para ese día, que era de aproximadamente 60 kilómetros desde Buenos Aires hasta Palmar Norte.
Poco después de salir de Buenos Aires pasamos por El Brujo y luego nos detuvimos un rato en la entrada a Boruca que ahora luce pavimentada.
El Brujo se llama así porque allí vivió hace muchos años un indígena de gran entendimiento en plantas medicinales al que la gente acudía a consultarle acerca de sus males.
En la entrada que se aprecia en la foto superior le conté a Karla que ese camino en realidad conduce a dos pueblos ancestrales: Térraba y Boruca.
En tiempos de la Colonia, los franciscanos observantes trasladaron a los térrabas desde el otro lado de la cordillera de Talamanca, pues eran atacados ferozmente por sus enemigos de entonces: los bribris.
Boruca, por su parte, es un pueblo muy antiguo que ha estado donde ahora se encuentra, incluso antes de la intromisión de los invasores españoles. Los borucas eran amigos de los térrabas y toleraron la presencia del pueblo Térraba en sus inmediaciones. Aquí vemos un ejemplo de cómo la historia humana, sin importar dónde se viva siempre se compone de conflictos y de solidaridad.
Luego continuamos Karla y yo nuestro recorrido por la Interamericana Sur.
Una de las cosas curiosas de esta vía es la de que uno va cruzando varios puentes en curva. En pocas partes del país he visto tal cosa.
Por supuesto no todos los puentes son en curva.
El de la foto de más abajo, por ejemplo, es el típico puente de metal en la Interamericana.
En este caso, se trata del puente sobre El Río General que poco más adelante al juntarse con el Coto Brus cambia su nombre por el de Río Grande de Térraba.
Estos viejos puentes armados en la década de los años 50 por ingenieros del ejército de EUA todavía están en pie. ¡Quién sabe si hasta con la misma pintura de entonces!
Estos puentes existen gracias a que los estadounidenses necesitaban una carretera que conectara México, Centroamérica y Panamá con el fin de tender una ruta que les permitiera alcanzar, proteger y defender el estratégico Canal de Panamá. ¡Cosas de geopolítica!
Pero lo que más destaca de esta vía es sin duda la continua presencia del río Grande de Térraba que discurre a la izquierda del camino cuando se viaja entre Buenos Aires y Palmar Norte. Este mismo río era la vía de transporte de los pueblos indígenas de antaño. ¡Era su canal!
En un punto del camino, pasando puentes y bordeando el Térraba, se me ocurrió poner a prueba los conocimientos de Karla acerca de la geografía de Costa Rica.
Le pregunté:
Karla viendo la Fila Costeña al fondo de la foto.
- Karla, ¿cómo se llaman aquellas montañas del fondo?
En menos de una pedalada me respondió sin titubear:
- ¡Esa es la Fila Costeña! Desde algunos puntos de dicha fila se ve la Boca de Drake o la desembocadura del Térraba. También se ve Sierpe, así como la Isla del Caño.
¡Jueee! -Respondí- ¡No sos tan tonta. Veo que algo has aprendido de tanto andar conmigo!
¡De usted no he aprendido casi nada! -Me contestó indignada y cabreada- Lo que sé lo he obtenido gracias a mi hábito de leer temas que me gustan. En vez de ver tele, leo.
¡Muy bien, Karla, muy bien! -Le dije en todo conciliador- Tranquila, no se enoje que además ya falta poco para llegar a Rey Curré, así que sigamos avanzando.
Efectivamente, desde algunos cerros de la Fila Costeña se ven varios puntos nombrados en el mapa.
Al llegar a Rey Curré buscamos el museo indígena que encontramos bastante bien cuidado y en buena disposición de respetar y reconocer la cultura autóctona.
Estando en el museo supe que había una casa cercana que desde hace más de cien años conserva un muro de contención hecho por indígenas y que desde entonces ha funcionado perfectamente. Allí fui a parar.
El dueño es un indígena viudo, mayor, moreno, de pelo muy negro sin una sola cana, que muy amablemente me hizo pasar para que viera el muro y de paso me contó sobre sus ancestros.
Hablamos un rato y luego me despedí de tan gentil vecino de Curré. Pero antes de continuar el viaje, di un vistazo rápido al colegio indígena Yimba Cajc que -según supe en el museo- es el nombre antiguo de Rey Curré.
En ese colegio conservan un par de esferas que mantienen en un lugar destacado como debe ser.
Quizá usted coincida conmigo en que este asunto de las "bolas de piedra", como las llaman algunos, es intrigante.
Únicamente en Costa Rica se encuentran esferas tan grandes. Me dicen que han aparecido otras en Escocia y en el mar frente a Australia. No sé, no me constan tales afirmaciones.
Viendo las esferas del colegio indígena de Rey Curré me preguntaba lo que muchos:
¿Cómo los indígenas hicieron estas estructuras? ¿Por qué tan grandes? ¿Cómo las trasladaban, siendo que algunas pesan varias toneladas?
¿Será cierto que originalmente las colocaban copiando la forma de algunas constelaciones estelares? ¿Eran solo un signo de los caciques y chamanes para ostentar poder?
Aún hoy persiste el misterio.
Karla en uno de los caminos de Rey Curré.
Terminada mi visita a Rey Curré decidí continuar hacia Paso Real.
¡Paso Real!
Este es un lugar que si pudiera hablar contaría historias increíbles a partir de las memorias vividas desde mucho antes de los españoles.
Por aquí cruzaban los indígenas el río cuando todavía no sabíamos de la Colonia.
Luego -ya adentrados en la Colonia- se usó como cruce de las mulas que iban por tierra hacia Portobelo, en Panamá. Eran las mulas criadas en Barva, Acosta y en la zona de Puriscal, entre otras, que venían a pie por El Camino de Las Mulas y por la costa.
Fue apenas en el siglo pasado cuando el Paso Real vio la construcción de un ferry de cables por el que cruzaban las familias italianas pioneras de lo que ahora es San Vito.
Finalmente, en el gobierno de Rafael Ángel Calderón se construyó el actual puente de acero.
¡Paso Real, hacés honor a tu nombre!
Dejando atrás Paso Real seguimos rumbo hacia las esferas del sur, pero el sol ya calentaba bastante y decidimos descansar a la sombra de este hermoso árbol de mango.
Si un día usted decide hacer este mismo recorrido le recomiendo que traiga alguna fruta y suficiente agua. A lo largo del camino hay muchos lugares bonitos donde vale la pena detenerse y refrescarse un poco.
También le recomiendo que cuando pase por Cajón haga una parada larga, pues aquí es necesario bajarse de la bici, explorar a pie algunos rincones y reflexionar un poco. En breve le explico por qué.
Cajón de Boruca.
Verá. En la décadas de los 70 y 80 y siguientes, el ICE quería construir aquí el mega proyecto de una represa hidroeléctrica en Cajón de Boruca que generaría millones de voltios y que inundaría grandes extensiones de tierras.
Dichosamente no fue posible porque la geología del lugar es muy antigua. Esta zona de Costa Rica surgió del mar en períodos que van entre 48 y 32 millones de años. Por lo tanto, el material de esta región es demasiado viejo y quebradizo. Por eso abundan las cuevas en estos recodos. Además, la zona es altamente sísmica y ha sufrido levantamientos importantes. Las fotos de abajo dan cuenta de ello.
Observe el levantamiento del suelo en el fondo esta imagen.
Hablando de millones de años no sé cuántos millones, pero de colones, invirtió el ICE durante casi cuatro décadas de estudios para descubrir al final que una represa en este lugar no era viable. Aún más, que era altamente peligrosa.
Luego se planteó la idea de construir otra represa en el río Diquís, que también se abandonó, mas por otras razones.
Todavía se ven restos de algunos trabajos del ICE en Cajón.
Sin embargo, Cajón de Boruca oculta otra historia que es una vergüenza mayor.
Hace muchos años fue el refugio de un asesino en serie que sembró el terror en la campesina Costa Rica de antaño. Huyendo se vino a ocultar por estos lados en los que murió de viejo con 90 años a cuestas sin haber pagado sus crímenes. ¡Impunidad, le dirían hoy en día al hecho!
Luego de Cajón de Boruca me dirigí a Palmar Norte. A estas horas ya empezaba a notar el cansancio del día.
Mirando a cada tanto el medidor de velocidad llegué a Palmar Norte en la tarde, pues lo que calculé habría de ser un viaje de 60 kilómetros se me convirtió entre entradas, desvíos y paradas en un recorrido de 68 y pico kilómetros y de varias horas. No era un desplome inmenso, pero la verdad ya me hacía falta descansar, bañarme y ponerme guapo porque al día siguiente sería mi verdadera cita con ellas: las esferas del piedra.
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En Youtube usted puede ver varios vídeos dedicados a las esferas de piedra. No todos valen la pena, pero este del Museo Nacional me parece muy aceptable.
Igualmente, si desea saber más acerca de la historia de la zona sur, le recomiendo comprar el libro El Lejano Diquís que puede conseguir en el ICER o el la UNED. Es un texto delicioso que le llevará de viaje no solo a las esferas, sino al pasado de esta asombrosa región.
El 16 de marzo de 1856 una avanzada de cerca de 300 hombres del ejercito filibustero de William Walker invade Costa Rica. Pasan por el actual Puerto Soley, en La Cruz, Guanacaste, y aniquilan una pequeña guarnición de soldados. Luego, entre el 17 y el 18 atacan y destruyen bienes en Sapoá y otros lugares. El 19 se instalan en la Hacienda Santa Rosa. Ya desde el 17 de marzo, los militares costarricenses tuvieron noticia de la invasión de las fuerzas filibusteras por lo que el Estado envió tropas para enfrentarlos. Los soldados costarricenses sorprenden a los invasores el 20 de marzo y los vencen por completo, sellando una contundente victoria en la recordada batalla de Santa Rosa, en Guanacaste. Casi un mes después, una parte del Ejército Expedicionario de Costa Rica está presente en Sardinal de Sarapiquí. El 10 de abril consigue abortar un intento de los filibusteros de invadir Heredia, San José y Alajuela. Otra parte del Ejército Expedicionario está en Rivas, Nicaragua. Los coma
Tarde o temprano quien haga cicloturismo pensará en viajar con una muy liviana tienda de campaña que pueda llevar fácilmente en las alforjas de su bicicleta. La razón es obvia: durante un largo recorrido a pedales no siempre se cuenta con el presupuesto para gastar en hoteles o cabinas. Pero inclusive, aún pudiendo pagar un cuarto, habrá días en los que el camino se ha hecho más que largo y la noche nos atrapa encima de la bici en medio de la nada. Así las cosas, deberemos pernoctar donde se pueda. Y es ahí donde una sencilla tienda de campaña nos sacará del apuro. Sin embargo, el asunto podría complicarse porque una tienda no siempre es lo más adecuado ni placentero si el viajero se ve obligado por las circunstancias a montar su refugio sobre un terreno pedregoso, con mucha pendiente o muy húmedo. En esos casos le garantizo que pasará una muy mala noche soñando quizá con una serena hamaca suspendida entre dos árboles. ¡Claro, el invento indígena de la hamaca funciona estupendamente s
Fue una tarde de setiembre u octubre del 2017 mientras tomaba café en el Instituto Costarricense de Enseñanza Radiofónica, ICER. Había trabajado en esa estimada institución por casi treinta años, aunque contaba ya los días que me faltaban para jubilarme. Estaba sentado a la mesa con algunos compañeros cafeteros; y como me quedaba poco tiempo para salir convertido en un feliz hombre jubilado, uno de ellos me preguntó qué pensaba hacer en cuanto me pensionara. Rápido le respondí que quería inaugurar mi nuevo ciclo de vida -según creía en ese momento- con una vuelta por España, Portugal y Grecia. La tal vuelta no se dio pero esa es otra historia. Recuerdo que también agregué que antes de ir a Europa deseaba recorrer el viejo Camino de las Mulas. De inmediato me volvieron a ver mis contertulios con pregunta urgente incluida: ¿Qué es eso? ¿Dónde queda el Camino de las Mulas. Les dije que en el pasado hubo varios Caminos de las Mulas y que aún existen algunos restos en el país. Uno de ello
- ¡Aquí... aquí... aquí! Dicen que cuando la luna llena ilumina las noches de playa Tivives, los retumbos del mar traen los desgarradores gritos que con tenebrosa voz lanza al aire un fantasma sin cabeza que deambula por aquellas arenas. - "¡Aquí... aquí... aquí!". Repite sin cesar el espectro. También dicen que en la desembocadura del río Jesús María, en las noches de octubre, se ve bajar un bote vacío que nadie tripula. Esa misteriosa embarcación se queda quieta al pie de un viejo árbol de guanacaste a la orilla del río. Y entonces, un desgarrador grito corta en dos la oscuridad: - ¡Aquí... aquí... aquí! Escalofríos, miedos y espasmos se apoderan de quien se atreva a andar de noche por la ensenada del río Jesús María que conserva la memoria de un crimen atroz. La historia es así: Cuando Costa Rica era todavía una colonia de España fuimos atacados por piratas ingleses, franceses y holandeses tanto en el mar del Caribe como en las costas del Pacífico. Matina, Nicoya y Espa
- ¿Oiga, a usted que es un roco no le da miedo andar en bicicleta por esos caminos medio abandonados? - ¡Qué valiente! ¿Y no le preocupa dormir solo en una tienda de campaña? - ¡Ay mi hijito, y si me lo asaltan a media noche en una de esas playas solitarias? Esto es más o menos lo que me expresan algunos parientes y una que otra persona que lee mis historias. Lo primero que les digo es que en realidad no soy tan valiente como algunos se imaginan. Luego les comento que en el centro de Heredia o de San José existen muchas más posibilidades de ser víctima de los amigos de lo ajeno que en una playa solitaria. La razón es obvia. En las ciudades hay muchas personas y no todas caminan con buenas intenciones en el corazón. Muy por el contrario, en una playa solitaria casi no hay gente. En consecuencia, se está más seguro en esa playa que entre la multitud. Por otra parte, lo inevitable siempre ocurre. Aunque uno tome las precauciones del caso, si algo ha de ocurrir, ocurrirá de cualquier mo
Una de las varas que me dieron mientras hacía caminatas como roco recién jubilado fue la de pensar que con una bicicleta se podían hacer viajes más lejanos e interesantes. Ahí empecé a imaginar el tipo de cleta que me convendría comprar: ¿Montañera?, ¿electroasistida?, ¿de ciudad?, ¿aro 26 o 28?, ¿marco de aluminio o de acero? Luego de considerar varias posibilidades pensé que una plegable con cambios sería la mejor opción. Así que con algo de la platilla de mi jubilación visité tres o cuatro ciclos. Anduve indagando un poco por aquí y por allá durante varios días; hasta que una mañana de abril del 2018 ocurrió mi primer encuentro. ¡Fue enamoramiento instantáneo y a primera vista: Karla I había llegado a mi vida! Ahí estaba ella, curvilínea, delgada, guapa, esbelta, monoplato con siete marchas. Era, además, muy fácil acomodarla en la cajuela de un taxi, en un bus o en la casa. Sin embargo, a pesar de todos los piropos y ponderaciones hechas debo reconocer que no me gustaba de K
Cuando bajé del bus de Tracopa en Buenos Aires de Puntarenas, me recibió la calurosa y soleada tarde del domingo 26 de febrero del 2023. De inmediato, el encargado de los equipajes sacó del maletero inferior del autobús a Karla -mi bicicleta plegable- con sus alforjas. El bus siguió hacia Ciudad Neily. De mi parte, en un santiamén armé la bici y salí a buscar hospedaje cerca de la estación. A la mañana siguiente desayuné en una soda del mercado y por ahí de las 7 tomé rumbo a Sierpe. Al poco de cletear, ya en la carretera que lleva a Palmar Norte, empecé a notar que el viento en contra me acompañaba como pasajero no invitado. Luego supe que estaría conmigo prácticamente a lo largo de todo el trayecto. Posteriormente, creo que a las 8 y media de la mañana, se sumó otro pasajero más que nadie convidó: un sol intenso, encandilante y cansador. Así me fui, con esos dos amigos a lo largo de casi toda aquella jornada de 81 kilómetros entre Buenos Aires y Sierpe. Karla por la carretera sur so
Libro digital gratuito Peso: 100.9 MB. Memorias en bicicleta 3. Reseñas de viajes en bicicleta por algunas regiones de Costa Rica. CONTENIDO DEL LIBRO 3 Introducción . En bicicleta de Heredia a Guanacaste con cumpleaños memorable incluido. En bicicleta de Heredia a Guanacaste y una lamentable tragedia ajena. En bicicleta de Heredia a Guanacaste y un misterioso suceso. El héroe olvidado. PARTE 1. El héroe olvidado. PARTE 2. Por la Ruta del Sol. DE SANTA CRUZ A MARBELLA EN BICICLETA. Por la Ruta del Sol. DE MARBELLA A SAN JUANILLO EN BICICLETA. Por la Ruta del Sol. DE SAN JUANILLO A PLAYA BARRIGONA EN BICICLETA. Por la Ruta del Sol. DE PLAYA BARRIGONA A PUNTA ISLITA EN BICICLETA. Por la Ruta del Sol. DE PUNTA ISLITA A PLAYA COYOTE EN BICICLETA. Por la Ruta del Sol. DE PLAYA COYOTE A PLAYA ARIO EN BICICLETA. Por la Ruta del Sol: DE PLAYA ARIO A PLAYA TAMBOR EN BICICLETA. Palabras finales. Qué llevar en un viaje en bicicleta. Libro digital gratuito Peso: 100.9 MB. _______________________
Quien revise el ÍNDICE de esta bitácora o blog encontrará reseñas más detalladas de otros viajes en bicicleta a Guanacaste. En la presente publicación y en las próximas cuatro siguientes me centraré en compartir algunas fotos con breves descripciones de esta nueva aventura en bicicleta desde Mercedes Norte en Heredia, hasta Santa Cruz en Guanacaste. Empecemos. El 12 de diciembre del 2022 salí de mi casa en Heredia rumbo a San Mateo, la bonita y apacible comunidad al lado de Orotina. Para este viaje decidí llevar a modo de prueba unas alforjas traseras, livianas, compactas e impermeables que yo mismo fabriqué pensando en sustituir las alforjas blancas y negras, más elegantes sin duda, pero más voluminosas y pesadas. Karla con sus nuevos aperos traseros lucía así: Estas nuevas bolsas, alforjas o talegos de menor tamaño obligan a viajar de manera minimalista, con lo indispensable, por lo que se aligera el peso de la bicicleta y se facilita la maniobrabilidad; y sin el temor a que se moje
El 11 de febrero del 2018 estaba en Nicoya. Como es habitual durante ese mes del año en el caluroso Guanacaste, el día se lució con una soleada mañana que me invitó a dar una vuelta por Nambí, en su tiempo una antigua comunidad chorotega. Al llegar me topé con el cerro Los Santos que se ve al fondo en esta imagen y se me ocurrió intentar escalarlo. Hablé con un par de vecinos y me contaron que una vez al año hay gente de Nambí que sube en procesión al cerro. Van hasta doñitas con un cura y celebran una misa en la cima. Alentado por semejante información me sedujo más la idea de subir ese "everest". Los vecinos me aconsejaron que si quería subir debía pedir el permiso necesario al dueño del cerro. Fui a buscarlo y me encontré con un hombre alto y fornido de unos 40 años. Me dio unas cuantas señas y me dice: - Usted agarra por ahí, llega a un palo de mango, coge a la derecha, llega a una quebrada, se mete en el camino que está a esta mano (mueve la izquierda) y sigue y sig
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