DE HEREDIA A BAJAMAR A DOS RUEDAS Y DOS PEDALES (Día 4 y final).

Me desperté cuando empezaba a clarear, quizá todavía preocupado por las preguntas sin respuesta de la noche anterior.

Luego de desayunar mis dos galletas de avena y el último café instantáneo, procedí a darme prisa en recoger todas mis cosas, que si bien son pocas en un viaje en bici, aún así hay que seguir todo un protocolo.

En esta ocasión fue así:

  • desarmar el refugio y recoger las piquetas
  • lavar y secar el jarro y otros trastos del desayuno
  • doblar y acomodar la ropa
  • recoger y empacar la basura
  • acomodar la carga en las alforjas cuidando el balance de la bici
  • amarrar las alforjas de modo que no se cayeran durante el viaje de regreso 
  • y, sobre todo, revisar una, dos y hasta tres veces no dejar nada olvidado.
En fin, debí atender toda una serie de pequeños detalles que consumieron su tiempo.

Mientras seguía este ritual, el viento no amainaba y las preguntas continuaban.

El amanecer del Domingo de Ramos 13 de abril en Bajamar
con la luna llena de ayer 12.


Fui saliendo de Bajamar hacia las siete de la mañana. 

Pasé por la salina y empecé la suave pero persistente subida de 410 metros hacia Orotina. 
Como me temía, el viento era contrario.

Pero como la mañana se lucía nueva, esplendente y llena de cantos de aves, de alguna manera ese regalo me recargó de energía.



Más o menos a los tres kilómetros llegué a la única pulpería que vi cerca de Bajamar. Dichosamente estaba abierta así que paré, compré un suero isotónico y una bolsa de plátanitos con limón y sal. Fue, digamos, mi segundo desayuno rapidón.

Continué por la calle Loros que había seguido el día 2.




El viento contrario y siempre persistente me retrasaba, pero ahí poco a poco iba remontando.

Cuando llevaba ocho kilómetros llegué a un lugar con muchos periquitos bullangueros.  Entonces me detuve un buen rato bajo la sombra de unos árboles enormes llenos de vida y de pericos bien camuflados entre las ramas.

Pensé que quizá por eso la calle se llama Loros.




Un par de horas después de salir de Bajamar finalmente alcancé el puente que le permite a uno pasar sobre la 27 y continuar hacia La Ceiba. Iba, pues, por el camino correcto que debí haber seguido el día 2 desde Orotina hasta acá.

Cuando llegué a La Ceiba me bajé de la bici y me senté en una acera al lado del templo católico. Pensé que habría misa o al menos la procesión de Ramos, pero no vi ninguna actividad.

Ahí mismo en La Ceiba, abandoné la calle Loros y encontré la calle Guayabal que me conduciría a Mataste.

Poco después de La Ceiba el viento contrario fue todavía más intenso. Avanzaba muy poco y me cansaba más.

Con todo y eso, fui llegando a Mataste como a las 10: 30 o a las 11: 00 de la mañana.

A partir de Mataste se deja el camino de lastre y aparece el pavimento que lleva directo a Orotina.

Entonces, repasemos por si usted quiere ir en bicicleta de Bajamar a Orotina la ruta correcta es:
  • En Bajamar, llega a la salina. 
  • Toma calle Loros que lo conduce a la 27.
  • Pasa el puente sobre la autopista. 
  • Sigue hacia La Ceiba.
  • En La Ceiba toma la calle Guayabal que lo lleva hasta Mataste.
  • En Mataste aparece el pavimento de la 757 que lo conduce en un santiamén a Orotina.

Hacia el mediodía llegué a Orotina donde busqué una soda para almorzar. 

Lo que encontré al final fue otra pupusería como me ocurrió en Atenas el día 1Creo que así estaba cerrando el ciclo de este viaje.

Almorcé una deliciosa pupusa vegetariana de queso y espinacas, pues Popeye necesita energía.

De la pupusería me fui directo a la parada de buses de Orotina a San José donde aparecieron tres buenas personas interesadas en la bici y en el viaje desde Heredia.
A las 2 p. m. tomamos juntos el mismo bus y continuamos conversando por el camino.

Bueno, como se puede ver el regreso no fue tan complicado como me imaginaba.

Mi conclusión es que a veces mi mente juega en contra mía y no a favor.

Muchas preguntas me hacía la noche anterior y de pronto iba rumbo a mi casa como si nada.

En San José pedí un Uber y llegué a Heredia con Karla totalmente empolvada, sucia y pidiendo a gritos una bañada que le di al día siguiente.

Yo, totalmente contento y agradecido con la vida y con Dios que todavía me permite estas varas de roco.

¿Está usted leyendo hasta aquí?
Bueno, entonces también le agradezco mucho su lectura y acompañamiento en este viaje.











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