Visita a la ciudad atacada tres veces por piratas.

Existe en Costa Rica una pequeña y antigua ciudad que fue invadida por piratas hace más de 300 años cuando navegaban el Pacífico en rápidas fragatas. 

Esos delincuentes marinos llegaron en tres diferentes ocasiones a Caldera y se adentraron en nuestro territorio para practicar el pillaje a esa ciudad que entonces era la más importante después de Cartago. 

Uno de los peores eventos se dio en 1687. En ese año, un grupo de corsarios incendió y saqueó sin misericordia la tal ciudad que se llama Esparza.

El Álbum de Figueroa ilustra el
 incendio de Esparza por los bucaneros.

Los piratas aterrorizaron aquella Costa Rica de antaño: atacaron Esparza como ya quedó dicho, pero también se ensañaron con Nicoya y Matina, en el Caribe. Con igual atrevimiento, estuvieron a punto de invadir Cartago, cosa que no consiguieron.

En el caso de Esparza -que había sido fundada por los españoles desde 1574- los bucaneros la atacaron primero en 1685, luego al año siguiente en 1686 y una vez más en 1687.

Después de tan seguidas invasiones y del incendio, Esparza quedó desmantelada y casi totalmente deshabitada.

Sin embargo, volvió a renacer hacia 1700 cuando el comercio de mulas venidas de Nicaragua en ruta a Panamá empezó a tener cierta importancia en el país. No obstante, al hundirse posteriormente este negocio la población del lugar volvió a su época de vacas flacas.

Pasan muchos años y la ciudad resurge nuevamente porque del Valle Central salen cada vez más carretas cargadas de café hacia Puntarenas.

Este ir y venir de la historia de Esparza ha dejado huella en la gente del lugar que muestra temple y carácter. Tal firmeza se hizo evidente en el gobierno de Rafael Ángel Calderón que quiso convertir una zona de Esparza cercana a la costa, en el botadero de los desechos de la Gran Área Metropolitana. El cabreo y la oposición de los espartanos se hicieron patentes.

Por estas y otras razones siempre vale la pena una excursión histórica por el lugar.

Templo católico de Esparza
Foto tomada de SICULTURA

De acuerdo con lo anterior, un día me pregunté: por qué no recorrer a pie quizá el mismo trayecto que usaban nuestros antepasados (¡Y tal vez los piratas!) para viajar de Esparza a Caldera.

Esta idea se se me metió entre ceja y ceja luego de haber regresado de mi caminata anterior por la zona con mi hermano Yeniér y mi prima Mercedes, pues la volada de pata entre un punto y otro la consideré agotadora pero bonita. 

Sin embargo, yo había quedado "ganoso" o medio enchilado de hacer el camino como originalmente lo había planeado: de Esparza a Mata de Limón y no en sentido contrario como las circunstancias obligaron en aquella ocasión.

Así que en mi casa estuve unos días jugando de cartógrafo, consultando mapas de la vía vieja que parte del cementerio de Esparza, sigue por El Mojón, Humo, Artieda y Cascabela.  

Con mochila a la espalda, chonete de ala ancha, pañuelo al pescuezo y camisa de manga larga, salí el viernes 13 de abril del 2018 con mi hijo David. Nos dirigimos a la parada de buses de Puntarenas, en San José. Tomamos el bus hacia Esparza, adonde llegamos a eso de las 10 de la mañana.

De camino hacia la histórica ciudad iba un poco preocupado porque me dolía una rodilla. Pero en cuanto iniciamos la caminata, me olvidé del asunto. ¡Así son las varas de roco que le agarran a uno! 


El sendero de Esparza a Mata de Limón que pasa por Humo y Artieda es sorprendente. Yo lo describiría como una máquina del tiempo que nos traslada al pasado. En todo el trayecto de tres horas solo nos topamos con dos caballos y dos carros. 

¿Será este el mismo camino que usaron los piratas para asolar Esparza? No lo sé, pero es probable.


Uno de aquellos carros transportaba a una joven fotógrafa. Ella se había bajado del vehículo y andaba con su cámara atrapando momentos que muy seguramente encontró a la derecha o a la izquierda del sendero, porque los hay y bastantes. 





Mientras caminaba con mi hijo, recordé aquello de "Caminante no hay camino, se hace camino al andar", que en su momento escribiera Antonio Machado. Es que a veces llegábamos a sectores del sendero donde las palabras del poeta se volvían como profecías cumplidas. 


Tal vez porque rondaba el mediodía, a ratos había un silencio hasta de aves. Sin vehículos el trayecto estaba nada más para nosotros. Solo el camino, mi hijo y yo. 
  

Mi hijo David y yo.

De tramo en tramo, se ve que esta ruta ha sido reparada recientemente. La maquinaria ha cortado capas de terreno que exponen la historia geológica de estas tierras, en parte áridas y vetustas.


Por este sendero, la distancia entre la antigua ciudad atormentada en el pasado por los piratas y Mata de Limón es de 15 kilómetros. Si bien hay bastante sombra, la sed se asoma igual. Le cuento que vimos unos suculentos marañones al lado de una cerca de alambre. Pero quedaron ahí intactos, pues hay que educar a los hijos con el ejemplo, ¿no? 



Poco antes del salir a la ruta 622, en el punto marcado por la flecha roja en el mapa de abajo, a la derecha del camino, vimos finalmente el mar y Roca Carballo. Era la señal de que ya estábamos bastante más cerca de nuestra meta. 


 


Dejamos el camino de "lastre" y salimos a la carretera 622 que un mes antes había recorrido en sentido contrario, con mi prima y mi hermano. A los pocos pasos nos encontramos sobre el pavimento un pájaro rojo con negro. Estaba aturdido y desubicado. Se dejó alzar sin problema. Quizá, lo había golpeado un carro. 

Me lo llevé entre mis manos y lo fui chineando un rato. Cuando se despabiló un poco, lo dejé a la sombra de un bosquecillo y continuamos descendiendo.

Casi tres horas después de haber salido de Esparza entramos gozosos a Mata de Limón.




Bien merecíamos unos refresquitos. Así que luego de conseguir alojamiento y cambiarnos de ropa, fue lo primero que hicimos padre e hijo; el Espíritu Santo sé que nos bendijo.




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PARA SABER MÁS

Interesante relato en Facebook acerca de las incursiones de los piratas franceses, ingleses y holandeses en Costa Rica.

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