Por la Ruta del Sol.
DE SAN JUANILLO A PLAYA BARRIGONA EN BICICLETA.

- ¿Oiga, a usted que es un roco no le da miedo andar en bicicleta por esos caminos medio abandonados?

- ¡Qué valiente! ¿Y no le preocupa dormir solo en una tienda de campaña?

- ¡Ay mi hijito, y si me lo asaltan a media noche en una de esas playas solitarias?


Esto es más o menos lo que me expresan algunos parientes y una que otra persona que lee mis historias.

Lo primero que les digo es que en realidad no soy tan valiente como algunos se imaginan. Luego les comento que en el centro de Heredia o de San José existen muchas más posibilidades de ser víctima de los amigos de lo ajeno que en una playa solitaria. 

La razón es obvia. En las ciudades hay muchas personas y no todas caminan con buenas intenciones en el corazón. 

Muy por el contrario, en una playa solitaria casi no hay gente. En consecuencia, se está más seguro en esa playa que entre la multitud. 

Por otra parte, lo inevitable siempre ocurre. Aunque uno tome las precauciones del caso, si algo ha de ocurrir, ocurrirá de cualquier modo.

En resumen, desde que me jubilé y hasta la fecha he recorrido en mis viajes a pie o en bici unos 5000 kilómetros y gracias a Dios nadie me ha robado ni un lapicero. Bueno, corrijo: sí me han robado y fue mientras recorría la Ruta del Sol en una playa retirada, camino a Sámara.

El día en que me quitaron algunas cosas comenzó con una madrugada deliciosa meciéndome suavemente en mi hamaca y arrullado por el sedante susurro del mar en la solitaria playa Pleito, en San Juanillo de Santa Cruz, Guanacaste. A esa tranquila madrugada le siguió un precioso amanecer del 22 de enero del 2021. 

Cuando alistaba las alforjas para auto expulsarme de aquel paraíso apareció un joven estadounidense que corría por la playa. Me preguntó, en muy buen español, por la bici, el viaje y la ruta. Estuvimos hablando. Era normal su interés, pues según me contó él también había hecho varios viajes en bicicleta. Cuando nos despedimos yo también le dije adiós a playa Pleito y tomé un rumbo indefinido, como yendo hacia Sámara.

La Ruta del Sol cerca de Ostional.

El camino me llevó primero a Ostional, que es una playa muy importante para el desove de las tortugas.

Llegando a Ostional.

Senderos que invitan a explorar.

Dichosamente, los vecinos de Ostional muestran una gestión y administración ambiental inteligente en la protección y comercialización de los huevos de tortuga.

Es notable al llegar a esa comunidad los varios letreros que indican el cuidado a las tortugas.





El tendido eléctrico en la playa de Ostional carece de iluminación. De esta manera, se evita asustar a las tortugas hembras a fin de que arriben y desoven con tranquilidad.

Por estos lados de Dios, la Ruta del Sol va en su mayor parte con muy pocas pendientes. De San Juanillo a Nosara transcurre en "lastre" o grava. De Nosara a Garza usted vuela sobre pavimento. Luego, nuevamente piedrilla suelta hasta Sámara. 

Quien visite esta zona verá grandes contrastes: Desde pobladores que protegen a las tortugas, hasta aquellos guanacastecos que venden a pedazos sus tierras, su preciosa provincia, pues la cantidad de letreros "For Sale" es tristemente llamativa. 

Igualmente, el camino hará cruzar al visitante por algunos caseríos silenciosos. Después lo meterá en la estresada y bulliciosa Nosara.  También lo llevará a zonas agrestes y a campos cultivados de mangos.

Cultivo de mangos cerca de playa Garza.

Karla en la entrada a Nosara.

Uno de los muchos letreros en inglés para los extranjeros que compran en dólares.
Así se vende Guanacaste.

Aunque mi propósito para ese día era pedalear hasta Sámara, ocurrió un cambio de planes cuando vi una bonita entrada que se separaba del camino principal. 

Entrada a Barrigona.

Decidí explorar un poco adónde llevaba ese sendero que dichosamente me condujo hasta playa Barrigona. Jamás había estado en tan bonita playa a la que llegué al filo de las 4 p. m. 

En la entrada a Barrigona se me hizo realidad mi repetido sueño de encontrar un ranchito con jugosas sandías y otras frutas para aplacar la sed. Dos jóvenes muy amables estaban atendiendo el pequeño negocio; así que mi cena de ese día fue un suculento plato de frutas.

Barrigona, está a unos 7 kilómetros antes de Sámara y es de esas playas que invitan a darse un chapuzón. Pero rápidamente aprendí que conviene tener cierto cuidado porque poco después de llegar rescataron a dos surfistas que estuvieron a punto de morir ahogados por nadar con algo de alcohol entre pecho y espalda, según dijeron algunos bañistas.  Otros opinaron que la tragedia casi ocurre por las corrientes marinas que son ahí algo agitadas. A mí me pareció que fue por lo primero.


Recorrido de 38 kilómetros entre San Juanillo y playa Barrigona.

Como ya casi empezaba la puesta del sol preferí pasar la noche allí. 

Noté que al fondo de la playa había un bosquecito apto para camuflarse. Al meterme entre los árboles vi que el suelo era bastante pedregoso, entonces decidí configurar el toldo como hamaca.

Montado el nicho me fui a decirle adiós al sol de aquel día y a leer un rato.





A eso de las 7 ya no quedaba absolutamente nadie en la playa, ni siquiera los dos muchachos del ranchito de frutas. Solo estaba yo en medio de la oscuridad total, pues dichosamente esta playa ni luz eléctrica tiene.

Montones de cangrejitos ermitaños salieron de sus escondites a buscar su alimento.

Por mi parte, con ayuda de un foco o linterna encontré mi nocturno campamento gracias en buena parte a las cintas reflectoras en las llantas de la bici.

Entonces al acostarme vino el desastre.

Al subir a la hamaca esta se dio vuelta, me caí y por poco me quiebro los dientes contra una de las muchas piedras del lugar.

Me levanté riéndome de mi propia novatada, pero la risa se convirtió en cabreo cuando al volver a subir otra vez al suelo fui a parar.

- ¡Puta, qué raro si no estoy jumo! Pensé.

Quienes me conocen bien, saben que soy ciego nocturno. Desde niño no veo casi nada en la oscuridad. Así que con el foco en la boca me dediqué a revisar qué había mal. Aflojé cuerdas, rehice un nudo y volví a trepar con mucha cautela. Pero la hamaca, por alguna razón, continuaba inestable zarandeándose de manera extraña. De hecho, hasta mi bicicleta Karla fue a parar al suelo enredada entre las cuerdas y mi ofuscamiento.

Nada, - me dije- aquí lo que queda es olvidarse de la hamaca y armar la tienda de campaña aunque sea a tientas. 

Eso hice a como pude. No conseguí encontrar las piquetas, ni poner el mosquitero, pero al menos sí pude fijar el toldo con unas piedras. En fin, el caos de campamento se muestra en las fotos de abajo.

Karla en el suelo.

Chunches desparramados sobre el rocoso terreno.

A falta de piquetas sostuve la tienda con piedras.

Medio dormí sobre la esterilla naranja sintiendo las piedras en mi espalda.

Y en aquel desmadre me metí. 

Fue una noche de perros, de dar vueltas y vueltas buscando el mejor acomodo entre aquellas piedras salientes del terreno. Cansado, al final me dormí.

Creo que a eso de las 2 o 3 de la madrugada me desperté sintiendo una presencia dentro de la tienda.

Oí unos ruiditos muy leves.

Luego hubo una ligera vibración en la bici que estaba a mi espalda.

¡Ah, diantres!  

Pensé que de seguro había un mae con la intención de robar.

Moví con suavidad la mano hasta alcanzar la linterna que tenía a mi lado. La tomé con firmeza. Respiré profundo y rápido me di vuelta al tiempo que encendía la luz para sorprender al ratero.

Pero lo que vi fueron los ojos encendidos de un pizote, que más asustado que yo salió huyendo. 

Aliviado de que no era un ladrón sino un pulgoso pizote me acomodé lo mejor que pude y me dormí de nuevo. Sin embargo, el bicho volvió al ataque dos veces más, pues andaba buscando mi comida entre las alforjas. Al final, me robó unos espaguetis, un paquete de tortillas de trigo y una caja de té de canela. ¿Para qué diablos querrá un pizote una caja de té de canela? Mandaré la pregunta a Escuela para Todos.

Amanecer el playa Barrigona.


Ir al relato siguiente:
DE PLAYA BARRIGONA A PUNTA ISLITA.

Comentarios

  1. Jajajaja buenísima la aventura, chispas del oficio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sin duda. Toda una aventura!

      Cuando uno está viviendo el evento maneja cierta ansiedad, pero luego pasado el trago hasta se divierte de solo recordarlo.

      Gracias por leer y comentar.

      Eliminar
  2. Respuestas

    1. E aí?

      Quando vier na Costa Rica vamos lá conhecer o pixote. Ha, ha.

      Boa practica de espanhol, né?

      Salve e abração.

      Eliminar
  3. Te envidido. pero, cuando duermes en el suelo en la tienda de campaña, te preocupas por las culebras?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por comentar, Joe.

      Generalmente las culebras huyen del ser humano. Solo en lugares fríos buscan algo de calor y ahí es donde quizá puedan colarse en una tienda de campaña. Sin embargo, en las playas de los países tropicales no hace tanto frío.

      Eliminar

Publicar un comentario

LO MÁS VISTO.

El héroe olvidado. PARTE 2.

Por la Ruta del Sol.
DE SANTA CRUZ A MARBELLA EN BICICLETA.

Primera exploración a pata del Camino de las Mulas. DÍA 1.

El decapitado fantasma de playa Tivives.

Karla I y el mojón fronterizo número 20.

PEDALEANDO POR LA ZONA SUR. Día 1

LIBRO DIGITAL GRATUITO: Memorias en bicicleta 3.

VOLVIENDO A GUANACASTE EN CLETA. DÍA 1.

Un viaje frustrado al cerro Los Santos, en Nambí de Nicoya, con recompensa inesperada.