El héroe olvidado. PARTE 1.
Existe en la entrada del cementerio de Barva una inscripción en latín que resulta fácil de descifrar.
"QUI CREDIT IN ME ETIAM SIMORTUUS FUERIT VIVET"
Es un versículo del Evangelio de Juan:
"El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá". Jn 11:25.
Hay quienes opinan que la resurrección de los muertos solo es posible en tanto en cuanto la gente mantenga un recuerdo de nosotros. Si somos recordados habremos resucitado, pues de alguna manera permaneceremos en la memoria de la gente. Si no lo somos, habremos perecido para siempre.
No soy de ese criterio porque según esa opinión solamente sujetos como Madame Curie, Einstein, Picasso, Colón y otros famosos entre genios, descubridores y personajes de la historia estarían vivos gracias a sus aportes a la humanidad. El problema es que también gozarían de ese privilegio los Nerón, los Stalin, los Hitler y muchos más de triste memoria.
En cambio, por no ser famosos, la doñita que tanto bien hizo en su comunidad, el mendigo que murió de frío sobre una banca de madera y la esclava negra que salvó al niño blanco, hijo del patrón esclavista, estarían ya olvidados y sepultados para siempre porque nadie los recuerda.
Pero ya que hablamos de sepultados, de olvidados y ausentes en los libros de historia, conviene recordar que en este mismo cementerio de Barva yace un personaje que hizo en vida un gran aporte a todo el pueblo costarricense -y a pesar de ello- ser prácticamente un desconocido. Dichosamente, al menos la municipalidad barveña lo honra con un nicho bien cuidado.
La lápida dice:
NICOLÁS AGUILAR MURILLO.
Héroe de la
CAMPAÑA NACIONAL
1856 y 1857
HOMENAJE DE LA
MUNICIPALIDAD DE BARBA (sic)
1939.
Este costarricense luchó en la guerra contra los filibusteros en 1856. Es un héroe; pero un héroe olvidado. Fue un agricultor que un día decidió unirse al ejército expedicionario y viajar desde Barva, donde vivía con su familia, hasta un remoto y difícil de alcanzar lugar llamado La Trinidad, allá donde el río Sarapiquí desemboca en el San Juan, en la frontera con Nicaragua.
Una mañana, en el citado cementerio en Heredia, me prometí viajar en bicicleta hasta La Trinidad de Sarapiquí, donde Nicolás Aguilar Murillo demostró de qué madera estaba hecho.
La ocasión llegó el 15 de diciembre del 2020, día en que salí temprano desde Mercedes Norte hacia San Miguel de Sarapiquí.
A poco de pedalear llegué a Barva y pasé un minuto por la gruta de la Virgen que está al costado norte de la iglesia.
Luego tomé rumbo hacia Birrí, El Roble, Carrizal, Palos Verdes, Los Cartagos y Vara Blanca.
Para recorrer esta ruta tuve que prepararme previamente pues hay que remontar 1080 metros. Para ello, en semanas anteriores me entrené subiendo a San José de la Montaña y a Sacramento.
A la usanza de los de "New Age" ya le pedí al universo una similar.
Vista desde el camino a Cinchona.
* (Dato tomado del relato: Viaje de un empresario. Publicado en VIAJEROS POR EL SARAPIQUÍ 1853-1859/ Wilhelm Marr... (et al.) -- 1a ed.-- Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 1999.)
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