El héroe olvidado. PARTE 1.

Existe en la entrada del cementerio de Barva una inscripción en latín que resulta fácil de descifrar.

"QUI CREDIT IN ME ETIAM SIMORTUUS FUERIT VIVET" 

Es un versículo del Evangelio de Juan:
"El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá". Jn 11:25.


Hay quienes opinan que la resurrección de los muertos solo es posible en tanto en cuanto la gente mantenga un recuerdo de nosotros. Si somos recordados habremos resucitado, pues de alguna manera permaneceremos en la memoria de la gente. Si no lo somos, habremos perecido para siempre.

No soy de ese criterio porque según esa opinión solamente sujetos como Madame Curie, Einstein, Picasso, Colón y otros famosos entre genios, descubridores y personajes de la historia estarían vivos gracias a sus aportes a la humanidad. El problema es que también gozarían de ese privilegio los Nerón, los Stalin, los Hitler y muchos más de triste memoria.

En cambio, por no ser famosos, la doñita que tanto bien hizo en su comunidad, el mendigo que murió de frío sobre una banca de madera y la esclava negra que salvó al niño blanco, hijo del patrón esclavista, estarían ya olvidados y sepultados para siempre porque nadie los recuerda.

Pero ya que hablamos de sepultados, de olvidados y ausentes en los libros de historia, conviene recordar que en este mismo cementerio de Barva yace un personaje que hizo en vida un gran aporte a todo el pueblo costarricense -y a pesar de ello- ser prácticamente un desconocido. Dichosamente, al menos la municipalidad barveña lo honra con un nicho bien cuidado.


La lápida dice:

NICOLÁS AGUILAR MURILLO.

Set. 1834 - Abril 1898
Héroe de la
CAMPAÑA NACIONAL
1856 y 1857
HOMENAJE DE LA
MUNICIPALIDAD DE BARBA (sic)
1939.

Este costarricense luchó en la guerra contra los filibusteros en 1856.  Es un héroe; pero un héroe olvidado. Fue un agricultor que un día decidió unirse al ejército expedicionario y viajar desde Barva, donde vivía con su familia, hasta un remoto y difícil de alcanzar lugar llamado La Trinidad, allá donde el río Sarapiquí desemboca en el San Juan, en la frontera con Nicaragua.

Una mañana, en el citado cementerio en Heredia, me prometí viajar en bicicleta hasta La Trinidad de Sarapiquí, donde Nicolás Aguilar Murillo demostró de qué madera estaba hecho.

La ocasión llegó el 15 de diciembre del 2020, día en que salí temprano desde Mercedes Norte hacia San Miguel de Sarapiquí.

A poco de pedalear llegué a Barva y pasé un minuto por la gruta de la Virgen que está al costado norte de la iglesia.

Luego tomé rumbo hacia Birrí, El Roble, Carrizal, Palos Verdes, Los Cartagos y Vara Blanca. 

Para recorrer esta ruta tuve que prepararme previamente pues hay que remontar 1080 metros. Para ello, en semanas anteriores me entrené subiendo a San José de la Montaña y a Sacramento.


A cambio de semejante trepada recibí el gozo de bellos paisajes a lo largo de la ruta 126. Se lo cuento en imágenes así:

El cerro Guararí, parte del macizo del volcán Barva.




Imitación de cabezas olmecas en Palos Verdes.

Una casa con una sonora cascada al lado.
A la usanza de los de "New Age" ya le pedí al universo una similar.





Después de Los Cartagos el camino se torna más fácil pues va en bajada hasta Vara Blanca. Pero antes, la ruta pasa entre los volcanes Poás (arriba en la foto) y el Barva. Este paso se llama del Desengaño porque nuestros abuelos, allá por mil ochocientos y tantos, en algún momento creyeron que desde este punto podrían atisbar el río San Juan y sacar por esta ruta el café que ya por entonces era un cultivo importante. Pero no fue así, se desengañaron al encontrarse en este punto con una extensa planicie tupida de selvas: de ahí el nombre como lo indico en este corto vídeo. *

Origen del nombre del paso del Desengaño.
 

Llegando a Vara Blanca.

Como el objetivo de este día era pasar la noche en San Miguel, al llegar a Vara Blanca de inmediato me dirigí hacia Cinchona. Esta ruta ya la había recorrido y descrito en un viaje anterior por la zona.

Volcán Cacho Negro al fondo a la izquierda.

Catarata La Paz.
Cauce del Sarapiquí y selva del parque nacional Braulio Carrillo.
Vista desde el camino a Cinchona.
Catarata El Ángel.
Pizotes pedigüeños en el camino a San Miguel de Sarapiquí.

Llegué a San Miguel a eso de las 3 de la tarde y me hospedé en un rústico y bonito hotel llamado Los Gallitos, donde encontré gran camaradería y amabilidad de parte de la familia dueña del negocio. También encontré que uno de los habitantes de ese hotel, un tal gallo viejo llamado Claudio que anda escarbando y picoteando en las muchas zonas verdes de ese hospedaje, por alguna razón que desconozco se ensañó conmigo, le caí mal, y me hizo correr en un par de ocasiones. ¡Qué varas de gallo, y yo que pensaba que el de las varas de roco era el hijo de mi mama!

Luego de la pedaleada de 56 kilómetros desde Mercedes Norte hasta San Miguel, me fui a descansar tempranito. Al día siguiente debería alcanzar Puerto Viejo y de ahí adentrarme en las llanuras de Sarapiquí hasta llegar a La Trinidad donde esperaba rendir un sencillo homenaje a la memoria del héroe olvidado Nicolás Aguilar Murillo.

Ruta seguida por la carretera 126.
Heredia a San Miguel de Sarapiquí..


_____________________

(Dato tomado del relato: Viaje de un empresario. Publicado en VIAJEROS POR EL SARAPIQUÍ 1853-1859/ Wilhelm Marr... (et al.) -- 1a ed.-- Alajuela: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, 1999.)


________________________


Comentarios

LO MÁS VISTO.

El héroe olvidado. PARTE 2.

Por la Ruta del Sol.
DE SANTA CRUZ A MARBELLA EN BICICLETA.

Primera exploración a pata del Camino de las Mulas. DÍA 1.

El decapitado fantasma de playa Tivives.

Por la Ruta del Sol.
DE SAN JUANILLO A PLAYA BARRIGONA EN BICICLETA.

Karla I y el mojón fronterizo número 20.

PEDALEANDO POR LA ZONA SUR. Día 1

LIBRO DIGITAL GRATUITO: Memorias en bicicleta 3.

VOLVIENDO A GUANACASTE EN CLETA. DÍA 1.

Un viaje frustrado al cerro Los Santos, en Nambí de Nicoya, con recompensa inesperada.