Por la Ruta del Sol.
DE PLAYA BARRIGONA A PUNTA ISLITA EN BICICLETA.

De madrugada recogí rápidamente mis cosas en playa Barrigona y salí huyendo hacia Sámara. Me fui sin probar bocado y medio adormilado debido a los eventos de la noche anterior.

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DE SAN JUANILLO A PLAYA BARRIGONA EN BICICLETA.
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Antes de llegar a Sámara me despabilaron las aguas del río Buenavista porque en ausencia de puente tuve que atravesar a pie mojado y arrastrando a mi bici Karla. Dichosamente, son aguas de suave y muy bajo caudal que discurren en medio de un pintoresco escenario, quizá de ahí proceda el nombre de este remanso.

En playa Sámara desayuné en una soda atendida por una bellísima y simpática muchacha, pero que me vendió el peor desayuno que probé en toda la ruta 160: un desabrido gallo pinto que daba más pena que gloria. 

Di un par de vueltas por la playa y sabiendo que tendría una jornada un poco larga salí dándole a los dos pedales. El buen pavimento me llevó en poco tiempo al sereno paisaje de palmeras en Puerto Carrillo. 

Karla en Puerto Carrillo.

Efectivamente, en este sector la Ruta del Sol incluye un largo trecho de pavimento que va desde Sámara hasta bastante después de Puerto Carrillo. Inevitablemente, tuve que mirar varias veces por el espejo retrovisor de la bici, pues algunos carros aceleraban sin misericordia.

Muy pronto me vi en Estrada donde en algún punto perdí el rumbo yendo a parar a un caserío llamado El Carmen. Pero valió la pena el despiste, pues me encontré con personas muy amables que desde sus casas con pintorescas veraneras gentilmente me orientaron.



Salí de El Carmen para dar más adelante con una finca que cultiva la extraña planta pitahaya.

Finca dedicada al cultivo de pitahaya.

Terminado el pavimento de la Ruta del Sol en este sector, empecé a percibir que lo más difícil estaba por llegar. Y no me equivoqué porque poco después el camino de grava se tornó bastante empinado. Me enfrenté a sufridas pendientes de 18 grados que en algunos puntos me obligaron a bajarme de la bici y empujar a la que me había traído a esta senda.

Piedrillas sueltas que hacían que la bici resbalara me complicaron bastante la vida
a lo largo de la Ruta del Sol.

Ahí fui empujando y empujando, parando, y empujando otra vez, al tiempo que usaba el truco de algunos cicloviajeros.

El truco es así:
Cuando uno siente que ya no puede más se dice a mí mismo:

- Voy a avanzar por lo menos 5 metros hasta donde se ve aquella piedra... 

¡Ah. Llegué!

- Ahora voy a empujar otro poquito hasta donde está aquel árbol al lado del camino... 

¡Uf. Lo hice! Me merezco un poco de agua y un respiro.

- Ahora sigo hasta donde se miran aquellas flores amarillas... 

Y así, poco a poco, el exhausto ciclista se come el camino. 

Con este truco conquisté el Alto Coro. 

Me senté un buen rato a recuperar el aire. En eso llegó un roco como yo, pero en moto. Se detuvo. Me vio. Apagó la motocicleta. Se bajó y me dijo que iba a orinar por ahí. Cuando regresó aproveché para preguntarle si para llegar a Punta Islita tendría que subir otras cuestas. Con gran alivio escuché un rotundo no. 

- No, amigo -me contestó-. Tranquilo, lo demás es todo cuesta abajo.

Y así fue en efecto. Rodando, suavecito poco después pude ver a lo lejos la hermosa Punta Islita.

A fondo Punta Islita.

Islita es una apacible comunidad con una bonita playa que a veces es visitada por algunas estrellas de cine y otras gentes que la sociedad actual supone como "personas muy importantes", que a escondidas vienen a Costa Rica y se hospedan disimuladamente en el Hotel Punta Islita.

En cuanto a mí, el hecho de haber llegado hasta este lugar merecía una celebración porque estaba a mitad del recorrido de la Ruta del Sol. 

En Islita decidí descansar un par de días (el 23 y 24 de enero del 2021) y olvidarme de las meriendas medio sancochadas por mí, de hamacas que se voltean inexplicablemente y de tiendas de campaña asaltadas por pizotes rebuscadores de alforjas. En vez de todo esto, fui a buscar a mi amiga de toda la vida, Hellen Salas. Su esposo e hijos atienden un negocio familiar: Cabinas y Soda Donde Cambute que está al lado de la quebrada, antes de llegar al museo de Punta Islita. 

Donde Cambute (no confundir con otro negocio de nombre muy similar cerca de allí) venden los patacones más doraditos y deliciosos que he probado jamás. Todo lo que degusté del variado menú fue sencillamente exquisito y a muy buen precio.

Por otra parte, las cabinas limpias, silenciosas, cómodas y con una ducha fenomenal me permitieron descansar y reponerme para lo que restaba del viaje.

Deliciosos patacones que valen como guarnición o como plato fuerte en sí mismo.

Una vez ubicado Donde Cambute me dediqué a lavar mi ropa, a bañar a Karla y a andar por ahí merodeando en los alrededores. Encontré lapas rojas o guacamayas, monos congos, algunos insectos interesantes y otras maravillas -que son sin duda las verdaderas estrellas de cine de esta película "full color" llamada Punta Islita-. En fin, una estancia fuera de lo común.

Pensando en compartir con unos amigos extranjeros, tomé con mi celular este corto vídeo, sin ninguna edición, de unas guacamayas en Punta Islita.

Pero lo más hermoso lo aprecié cuando subí al cerro Bogantes que me regaló unas vistas como de otro planeta. Pero esto queda para el siguiente relato.

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DE PUNTA ISLITA A PLAYA COYOTE.

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