Donde uno menos piensa salta la liebre. DÍA 1 y 2.
Cuán cierto es aquel refrán que reza: "Donde uno menos piensa salta la liebre".
Pues bien, en un viaje que hice en bicicleta comprobé su veracidad cabal y completa.
Lo digo porque antes de este viaje, yo daba por un hecho que para encontrar un bonito lugar donde acampar cerca de Heredia tenía que pedalear bastantes kilómetros.
Pero, vea usted cuán despistado, equivocado y desorientado andaba, pues jamás imaginé que a solo 39 kilómetros de mi barrio en Heredia existiera una zona mágica con un río misterioso y susurrante, cuyas orillas ofrecen figuras bizarras, sobrenaturales, cautivadoras; que embelesan.
Llano Escondido Camping)
El mentado lugar lo descubrí por azar traveseando una tarde cualquiera una aplicación de mapas en mi celular.
Consumado el hallazgo, empecé a planear la oportuna escapada con mi bicicleta Karla.
Después proseguí hacia el Bajo San Miguel, lugar que es sencillo de alcanzar porque casi todo el trayecto de 3 kilómetros va en descenso. De ahí el nombre.
Un poco más adelante, el roco que esto escribe se encontró empujando la bici, resoplando y subiendo a pie la empinada cuesta que sorprende a quien cruza el puente sobre el río Virilla, camino a Piedras Negras.
Ahí de tanto en tanto se detuvo a observar las montañas, mientras recuperaba el alma.
En Piedras Negras se toma el camino de la izquierda para encontrar más adelante un letrero que señala hacia calle La Palma, donde está el buscado Llano Escondido.
Una vez llegado y ubicado, me sorprendí al descubrir en la zona del campamento Llano Escondido que las aguas tranquilas y transparentes del río Jaris han labrado en algunos sectores las paredes de un profundo cañón.
Llano Escondido Camping)
Me contaron, porque no las vi todas, que existen varias refrescantes cataratas.
Por supuesto, recorrí algunos senderos con mariposas, aves, y quién sabe si usted a lo mejor le toca en suerte ser sorprendido por una hada en forma de arcoíris en medio del bosque.
También ofrece el campamento una soda restaurante de comidas costarricenses que incluye un menú para vegetarianos y un bar con su pantalla y micrófono para karaoke. Eso sí, los aficionados al "bel canto" deben respetar la hora de dormir a partir de las 10 de la noche.
por Turrúcares y Piedras Negras.
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Aunque el negocio se llama Llano Escondido, lo cierto es que unas ráfagas de viento encontraron el llano y me despertaron la madrugada del 18 de diciembre. Dichosamente, el toldo soportó sin problemas el vendaval. De hecho, pocas horas después, el tema de conversación durante el desayuno en el restaurante giró en torno a aquellas ráfagas insolentes.
De mi parte, aproveché para comentarle al dueño del campamento que ese día pensaba viajar hasta Río Grande de Atenas. Así que indagué con él acerca del estado de un camino hasta entonces desconocido para mí: el que pasa por Picagres.
pasando por Piedras Negras y Picagres.
El perfil de elevación de esa ruta se muestra a continuacón.
Me dijo que ese era un trayecto difícil en bicicleta. Incluso me comentó que en carro el tal camino es medio complicado. Por lo tanto, me recomendó regresar a Turrúcares. Salir a La Garita. Subir a Atenas. Y bajar a Río Grande.
La verdad no me alegró mucho su respuesta, aunque le agradecí la indicación.
Terminé mi sabroso desayuno, guardé mis cosas en las alforjas de Karla, y hechas las despedidas del caso me alisté para explorar -a pesar de la advertencia- el camino por Picagres.
¿Qué cómo me fue por jupón desobediente y no hacer caso a las recomendaciones?
Se lo contaré en Donde uno menos piensa, salta la liebre. DÍA 3.




































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