¡Jale al Puerto en cleta! DÍA 2.

Al día siguiente de mi viaje en bicicleta desde Heredia a San Mateo, temprano en la mañana, abrí un ojo y luego el otro. 

Entonces me percato de que un tendón, y un segundo y un tercero más, aprovechando que yo dormía durante la noche se habían organizado para declararse en huelga por abusos de su patrón.

Volví a ver a Karla y la miré hecha un puño. La pobre me pareció tan arratonada y desarmada como yo.

Considerando la situación, ahí tendido en la cama, supe que en esas condiciones difícilmente podría pedalear los 40 kilómetros entre Orotina y Mata de Limón.

A como pude fui sacando de a poco un pie de la cama y luego el otro. Despacio me fui enderezando entre crujidos de huesos y chirridos de dientes. Me alisté y salí renqueando a buscar un desayuno. 

Con un jarro de café en la mano pensé que lo mejor sería no abusar demasiado de mi maltratado cuerpo, así que opté por alquilar un taxi pirata. Metimos a Karla en la cajuela y al taxista pirata le dije que me llevara a la ciudad atacada tres veces por piratas.


Al llegar a Esparza fui un rato el parque central para ver el viejo templo, uno de los más antiguos del país junto con el de Orosi y Nicoya.


Me quedé en el parque de Esparza y al cabo de una hora, o algo así, salí hacia Mata de Limón por la vía 622. 

Aunque pensé que las pendientes del camino no serían mayor obstáculo; sin embargo tuve que sufrir y jadear, pues aún me sentía medio traqueteado de la jornada anterior.

Larga trepada de izquierda a derecha.

Dichosamente, la carretera goza aún de algunos árboles frondosos que regalan sabrosas sombras frescas a quien lo recorre a pie o en bicicleta. Debajo de ellas descansaba de cuando en cuando en esta ruta no muy transitada por vehículos automotores.


También me animé bastante al toparme a la vuelta de un recodo del camino con una vista del golfo de Nicoya. Su sola mirada me reconfortó, pues empezaba a cumplir mi propósito de viajar en bicicleta desde Heredia a Puntarenas.


Y hablando de recodos, en uno de ellos pasé al lado de un hombre quien desde su bicicleta conversaba con una mujer, ambos al lado del sendero. Les saludé con un gozoso ¡ooohh! y por respuesta obtuve un cordial sonido igual. 

Un kilómetro después veo que el hombre viene detrás de mí apurado tratando de alcanzarme. Lo consigue, me saluda y pregunta que adónde voy. Le digo que a Mata de Limón, pero que mi plan es seguir al día siguiente hasta Puntarenas. Me dice que se llama Víctor y que es vecino de Esparza. Luego, gentilmente empieza a explicarme algunos detalles del camino.


Víctor explicándome detalles del paisaje y asuntos relacionados con el camino.

Al final, nos fuimos conversando de viajes y bicicletas. Llegamos juntos a Mata de Limón y terminé invitándolo a un par de cervezas. Buena nota y buena gente la que se encuentra uno cuando se aventura por ahí en cleta.

Según su costumbre, Mata de Limón me recibió con su natural encanto y tranquilidad.

En la tarde, luego de descansar ya ni me acordaba de mis dolores. La huelga de tendones adoloridos había terminado. Así que salí a recorrer algunos senderos y rincones de Mata de Limón como la vieja estación de tren y el olvidado puente de madera.


La pequeña estación del tren en Mata de Limón.


El derruido puente de madera.


El estero de Mata de Limón.

Cuando Febo empezaba a acercarse al horizonte para teñir el cielo de rojo y despedirse, decidí dar una vuelta por Caldera y decir adiós yo también a tan bonito día. 

Karla no cabía de contenta al conocer por primera vez la ciclovía que habríamos de recorrer juntos al día siguiente. Con los kilómetros de ayer, más los 26 kilómetros de hoy entre Esparza- Mata de Limón y alrededores sumábamos 85 kilómetros desde Heredia, pero mañana habrá que rematar la faena de este viaje con un "churchill" en el mero centro de Puntarenas.



Karla tandeando la ciclovía de Caldera.

Febo se despide de Caldera con la certeza de que mañana habrá de volver.



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