En bicicleta de Heredia a Guanacaste y un misterioso suceso.

En la mañana del 9 de enero del 2020 inicié un viaje de siete días en bicicleta desde Mercedes Norte, en Heredia, hasta playa Tamarindo, en Guanacaste.

Lo que sucedió en las jornadas primera, segunda y tercera, lo describo en la primera entrega.

En la segunda entrega, doy cuenta de lo ocurrido en las jornadas cuarta y quinta.

Y en esta tercera publicación o entrada, lo acontecido en las jornadas finales sexta y séptima.

Le invito a acompañarme en esta última etapa del camino.


Jornada 6: 
Desde Santa Bárbara hasta Santa Cruz centro.
Distancia aproximada 9 km.
Fecha: 14 de enero del 2020.

Fui a dormir temprano a mi pequeña habitación en un sencillo y bonito lugar en Santa Bárbara de Santa Cruz.

Me acosté sobre un viejo camón de madera de esos que traquean con solo moverse un poco. Por lo tanto, obediente a su naturaleza, el camón hizo lo propio: crujir y reclamar en cuanto puse mi humanidad sobre él. 

Cansado como estaba me desconecté casi enseguida. 

No sé cuánto tiempo dormí, hasta que súbitamente algo me despertó.

En mí había una especie de desasosiego, una inquietud.

Di vuelta a un lado. Luego al otro. Y de vuelta otra vez. El camón delataba que yo no conseguía dormir.

Me sentía como viviendo una especie de pena ajena, como si le debiera algo a alguien. Así estuve algún tiempo cavilando.

Viendo que no lograba reconciliar el sueño, me levanté, encendí la luz y busqué un libro en las alforjas de la bici. Una hora después, creo que como a la una de la mañana, bostecé y apagué la luz.

Volví a dormir... y otra vez me desperté... y el camón rechinando sin dar tregua.

Afuera, el silencio de la noche era profundo, espeso. Por lo tanto, no podría decir que un ruido me despertara.

Tampoco fue el calor, pues la noche estaba fresca. 

No era cosa de indigestión, ni de zancudos zumbando en mis orejas.

Lo que me impedía dormir era una difícil de describir sensación cercana a la angustia. 

Me dediqué a repasar los acontecimientos del día como buscando una explicación a ese sentimiento. Pero encontré que solo podía estar agradecido por lo vivido en la jornada anterior. 

Recordé a la muchacha fallecida dos días antes en el accidente de moto, mas esa no era la causa que me desvelaba.

¿Qué era?

Lo que puedo decir es que había en ese camón algo sutil, una "vibra" o energía si se quiere negativa que no lograba descifrar.

Entonces me vino a la mente un pensamiento escalofriante: Quizá en ese mismo viejo camón alguien había tenido una larga y dolorosa agonía y al morir dejó ahí, como impregnada, algo de su angustia. Un camón viejo como ese no necesariamente ha servido siempre como cama de un pequeño hotel que a todas luces es un negocio familiar. ¿Sería que un pariente de los dueños del lugar habría muerto allí?

Entonces sentí como si efectivamente en la cama hubiera alguien más acostado. Y volvió con más fuerza la idea de la persona agonizante.  ¿Será que aquí yace aún un ánima en pena, como diría mi abuela?

Traté de pensar en otra cosa. Tal vez la noche anterior alguna persona de muy malos sentimientos había estado allí atragantado en sus pérfidos y mal amansados pensamientos.

Estas eran las especulaciones que invadían y atropellaban mi mente mientras intentaba amansar el desvelo.

Como no soy supersticioso busqué una explicación más normal, más "científica". Me dije que llevaba varios días pedaleando bajo un sol intenso y que estaba padeciendo insolación.  Pero no. La verdad no sentía fiebre, ni dolor de cabeza, ni mareos, ni siquiera sed u otros síntomas de insolación.

También le eché la culpa a la pequeña habitación de una o a lo sumo dos estrellas. Pero la verdad, durante toda mi vida he viajado bastante y estoy acostumbrado a pasar las noches en cabinas y hoteles de toda clase y condición. Unas pocas veces hasta me ha tocado dormir en el suelo puro y duro.

Buscando más explicaciones lógicas, de este mundo,  consideré que según un principio de la física todo el universo es energía, incluida la materia que es también una forma de energía. La energía generalmente se emite en ondas, y las ondas a veces se anulan unas a otras si están en diferentes fases. En consecuencia, se me ocurrió cambiar de posición: poner la cabeza donde antes estaban los pies y viceversa. De esta manera, -me dije-  aventuraría un cambio de fase. Me di vuelta y al poco quedé profundamente dormido hasta que los gallos anunciaron la mañana y me hicieron recordar que estaba en Guanacaste.  

Creo que nunca sabré cómo explicar aquel misterioso suceso.

Salí tempranito a dar una pequeña vuelta por los alrededores de Santa Bárbara como para dejar regada por el camino la energía negativa de la noche anterior.


Al poquito de rodar me topé con unas despreocupadas gallinas picoteando tranquilamente en la calle. Eso bastó para agradecer el regalo de apreciar estas sencillas maravillas que nos ofrece la vida.



Regresé, desayuné y de inmediato me despedí sin preguntar si alguien había fallecido en la habitación. Con Karla di otras vueltas más por el bello Santa Bárbara que aún conserva algunas casas rústicas con todo el sabor del Guanacaste auténtico.





Mientras pedaleaba por ahí, recordé que de joven recorrí estos mismos rincones que han quedado congelados en el tiempo y se conservan casi igual a como los conocí hace 35 o 40 años.





Al rato de pasear por diversas callejas de Santa Bárbara, decidí tomar rumbo hacia Santa Cruz, pero con una variante: no iría por el camino normal, sino por el camino viejo.

Este camino viejo entre Santa Bárbara y Santa Cruz está abandonado desde hace muchos años. Casi nadie se aventura a pasar por ahí según pude comprobar yo mismo. Por este trillo olvidado, los 9 kilómetros entre Santa Bárbara y Santa Cruz se hicieron un poco difíciles pues prácticamente tuve que empujar la bici en la mayor parte de ese tramo.

Por el abandonado camino entre Santa Bárbara y Santa Cruz.





En puntos rojos se señala el camino viejo seguido.

Cuando llegué a Santa Cruz, la Ciudad Folclórica de Costa Rica, estaba encendida con las fiestas en honor al Santo Cristo de Esquipulas.

La tradición religiosa recuerda que la imagen de Esquipulitas es un hallazgo, pues la imagen fue traída por un guatemalteco que la escondió donde luego la  encontraron unos peones de doña Bernabela Ramos, en 1804, entre dos palmeras de coyol que según dicen estaban donde ahora se encuentra el altar mayor del templo de Santa Cruz.

Templo católico de Santa Cruz.



Al fondo a la izquierda una imagen del Cristo negro de Esquipulas.

Me integré un rato a las fiestas y luego me fui a la casa de mi compadre y amigo Carlos Arrieta, conocido locutor, productor de radio y destacado animador santacruceño. En su casa, esa noche sí dormí como Dios manda.


Jornada 7:
Santa Cruz-Tamarindo.
Distancia aproximada 35 km.
Fecha: 15 de enero del 2020.

Las mañanas de Santa Cruz suelen ser luminosas y la de este día no era la excepción. Antes de acometer la que sería la última etapa del viaje visité rápidamente la Radio Chorotega, de la que fui director en sus primeros años.

Con dos de mis amigas entrañables: Radio Chorotega y Karla.
 La foto la tomó gentilmente José Marcelino Mayorga, amigo y actual administrador de la radio.

Luego partí para Tamarindo, recorriendo a placer la pampa.

La pampa santacruceña.

Cuando llegué a la comunidad de 27 de abril encontré la espléndida ciclovía que va hasta Santa Rosa. 

En la ciclovía hacia Tamarindo.

Mientras recorría esta bella vía un carro me alcanzó y el conductor hizo seña de querer hablar, así que paré. Me dijo que venía en sentido contrario a mí, que vio mi bici plegable y que le gustó, por lo que decidió dar la vuelta para saber dónde comprar una igual. Le di el santo y seña y estuvimos conversando un rato. Me contó que le llamó la atención que alguien usara esa ciclovía pues los ciclistas del lugar no la transitan y circulan a menudo por la carretera a pesar de los varios accidentes y atropellos que ha habido. Nos despedimos y continué mi ruta hacia Tamarindo al que llegué cuando empezaba la tarde.

Karla en playa Tamarindo, Guanacaste.




Antes de finalizar esta reseña de un viaje desde Heredia hasta Tamarindo, quisiera dejar una última palabra: 

Creo que casi cualquier persona puede realizar un viaje similar, siempre y cuando haga el trayecto en etapas. Ciertamente, no se trata de ninguna hazaña.

En un viaje como este, lo importante es vivir cada jornada, y no tanto llegar por llegar a la meta que nos hayamos trazado.

Con certeza cada una de las jornadas será memorable, sea lo que sea que venga con ellas.

Ruta seguida de Heredia a Tamarindo.




Comentarios

  1. Rohanny, qué deleite leerlo y lo mejor...sobre mi tierra. ¡Bendiciones!

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    1. Gracias a usted por sacar el rato para leer estos relatos. Gran abrazo.

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  2. Me encantó el relato de viaje en bicicleta. Gracias por compartir. 😂 Saludos.

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