CUARTA ETAPA de un viaje en bicicleta desde Heredia hasta La Cruz, en Guanacaste.

El jueves 10 de febrero del 2022 acometí la cuarta etapa del viaje en bicicleta desde Heredia hasta La Cruz, en Guanacaste. Esta jornada consistió en recorrer los 63 kilómetros entre Los Chiles y Upala, pasando por Caño Negro.

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Por si no me ha acompañado en la TERCERA ETAPA.
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A las 6: 22 de la mañana ya me había preparado un sencillo desayuno y estaba en la ciclovía mientras la ciudad fronteriza de Los Chiles quedaba atrás.

Ruta seguida durante la cuarta etapa.

Llegué al cruce hacia Caño Negro a las 6: 58 a. m. Ahí prácticamente a los pocos metros empezó el camino de grava y piedra dura con cortos tramos de pavimento muy deteriorado. 

Camino hacia Caño Negro.

Fueron 45 kilómetros de saltos y brincos de esos que bien podría decir le aflojan las muelas a cualquiera.

No obstante, en recompensa, me desplacé por lugares bonitos, aunque sin dejar de toparme con extensas planicies de monocultivos de piña y naranja.




Naranjales y piñeras hacen parte del paisaje en esta zona.

Poco antes de alcanzar el Río Frío, en una roca al lado del camino, un dibujo llamó mi atención. Al principio creí que se trataba de un petroglifo indígena. Pero no, era la imagen de un caballo que alguien trazó en esa roca y que me recordó las antiguas pinturas rupestres de la prehistoria.



Lo que creí un petroglifo resultó el dibujo de un caballo.

Cerca de Caño Negro aparecieron algunos árboles enormes, frondosos, de esos que son en sí mismos todo un complejo ecológico con sus ramas cuajadas de plantas hospederas, pájaros y de seguro insectos que habitarán en tales gigantes. Es una delicia detenerse y observarlos para rendirles en silencio una mirada complaciente de admiración y respeto.





Seguí avanzando de a pocos por aquel lecho de piedras. 

Cuando llevaba 2 horas y media entre brincos y golpes que resentían mis nalgas, muñecas y nuca decidí parar en un rústico restaurante que está a la entrada del Refugio de Vida Silvestre de Caño Negro. Pedí un café y me comí un pequeño bocadillo que había comprado la noche anterior en Los Chiles.

Rústico restaurante a la entrada de Caño Negro.

Después continué entre parches de bosque, planicies deforestadas y potreros.

Al medio día paré y tomé un par de fotos a su majestad el Miravalles, el volcán más alto de la cordillera volcánica de Guanacaste que arrogante ya dominaba el horizonte.




El volcán Miravalles visto desde diferentes puntos del camino.

Di dos horas más a los pedales y de pronto me sorprende en aquel perdido rincón del país una cabaña con un sistema de refrigeración natural mejor que cualquier aíre acondicionado. Al frente de la vivienda estaban estacionados dos vehículos amigables con el ambiente, pues no contaminan el aire. Y por si fuera poco, el inmueble contaba con una piscina en la que dos niños chapoteaban bulliciosa y alegremente. 

—Guau. ¿Qué es esto? —Me dije al tiempo que detenía a Karla para determinar mejor esa belleza.

No era ciertamente una mansión de millonarios. La cabaña, más bien era una casita muy humilde de troncos y rendijas. No tenía vidrios en las ventanas sino una cuadrícula de reglas a modo de verjas que permitían al aire entrar y salir. Los dos vehículos ecológicos era un par de bicicletas arrecostadas en la fachada de la casita. Y la piscina, un tanque grande de plástico azul.




No sé qué pensará usted, pero aquella sencilla cabaña me dio la vibra de que ahí vivían dos niños muy felices con aquella piscina hecha a partir de un tanque descartado. No soy de los que gustan romantizar la pobreza, pero en este caso diría que se cumple aquello de que menos es más.

Finalmente,  a las 2: 52 de la tarde salí de aquel martirio de piedra y a la altura de Colonia Puntarenas alcancé la ruta principal que va hacia Upala, a la que llegué a las 3: 36 p. m. Es decir, aproximadamente nueve horas después de haber salido de Los Chiles.


Karla a las orillas del río Zapote antes de llegar a Upala.

Igual que en Los Chiles mi primera parada fue visitar a los colegas de la radio; en este caso, los compañeros de Radio Cultural Upala quienes me invitaron a un café con un pan dulce que me cayó de perlas.

A mi derecha, el veterano y famoso Corea. Y a mi izquierda, Marco Tulio Castillo, actual presidente de la junta directiva de esta entrañable emisora.

Mi amigo Corea me tomó esta foto
en la sala de la Radio Cultural Upala.

Luego, a buscar hospedaje y a lavar ropas que ya pueden imaginar lo mucho que necesitaban tan urgente menester.

En la próxima etapa -la quinta y última de este viaje- contaré un par de pachos que me ocurrieron en el camino entre Upala y La Cruz, destino final del viaje.


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OTRAS FOTOS DEL CAMINO:

Esta casa entre árboles en un terreno rocoso llamó mi atención.

Piñeras y más piñeras.

Abundan los naranjales.
Obviamente por muy tentadoras que se vean,
no se puede tomar ni una sola naranja.




A las orillas del Río Frío.

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